Amabilidad se define como “calidad de amable”, y una persona amable es aquella que “por su actitud afable, complaciente y afectuosa es digna de ser amada”.
Índice
Citas sobre la amabilidad
- “El amor que yo viva en mí, de mí, es la medida del amor con que puedo amar a cualquier otra persona. El problema está en que yo me encierro en el amor que vivo en mí y excluyo a los demás”
- "Una persona amable es aquella que escucha con una sonrisa lo que ya sabe, de labios de alguien que no lo sabe"
Relación del concepto con la idea de amor
Al hablar de amabilidad, sin duda hemos de referirnos también al amor, pero es preferible tipificar a la amabilidad como valor por su carácter más concreto de actitud, de rasgo firme y definido de la persona que ama. El amor es una palabra de significado grande, universal y genérica en sus formas. Véase Amor.El acto de amar puede ser expresado en actos de dar, respetar, considerar a los demás, aceptarles, procurar su felicidad, alegrarse con sus progresos, etcétera. Llevar a la práctica una disposición afectuosa, complaciente y afable puede convertirse en firme actitud, que predispone a pensar, sentir y comportarse con amabilidad. Cuando se espera que una persona cualquiera se comporte de forma afable y afectuosa, es porque la amabilidad ha adquirido la categoría de “valor”.
Desarrollo de la amabilidad
La amabilidad es planta delicada que sólo germina en “terrenos”, “climas” y condiciones especiales, esto quiere decir, que se da a partir de contexto y un ambiente propiciador donde la persona desarrolle una conducta amable. El terreno más indicado es el hogar y poco después la escuela. El clima y las condiciones especiales de una educación para la amabilidad, que ha de proporcionar el medio educativo en que se desenvuelve el niño durante la infancia y la adolescencia, debe aportar y despertar los siguientes sentimientos positivos:- AFECTO: Sentirse aceptado y amado con sus cualidades y defectos. Percibir que sus padres y educadores han escogido amarle y respetarle.
- ALEGRÍA COMO HÁBITO: Mostrarse satisfecho de vivir, de amar, de compartir el tiempo con el educando, en una actitud divertida y desdramatizadora. Reír en familia con frecuencia y contagiar la alegría sin reservas.
- CONFIANZA: Creer en su capacidad, en su bondad, en sus actitudes, permitirle que se equivoque y transmitirle siempre el mensaje de que puede vencer las dificultades, que seguiremos cerca para ayudarle, que con su esfuerzo e ilusión conseguirá lo que se proponga.
- ACEPTACIÓN: Dejarle ser persona, valorar su singularidad, estimularle a pensar por si mismo, pero con honradez y respeto a los demás. Recordar las palabras de Kabil Gibran: “Tus hijos no vienen de ti, y aunque estén contigo no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos...”
- SEGURIDAD: Manteniendo una actitud coherente que le permitan a él, educándolo, conocer nuestras reacciones y saber a qué atenerse. Pero la seguridad le viene al niño, sobre todo, del ejemplo de normalidad y naturalidad en el trato diario y de comprobar que los adultos sabemos reconocer nuestras limitaciones y defectos, aunque no por ello desistimos en el empeño de ser mejores cada día. Vernos humanos, limitados y capaces de pedir perdón, les da seguridad porque nos sienten más cerca de sí mismos, más a su alcance.
El concepto de amabilidad en siglos pasados
Un cortesano francés del siglo XVII, escribió que las virtudes, a menudo, son sólo vicios disfrazados. El altruismo puede hacernos sentir bien, pero sentir admiración por uno dista mucho de ser admirable. La amabilidad es una cualidad en la cual se combinan el amor, la comprensión, la previsión, la empatía y la generosidad, pero para que sea una auténtica virtud debe estar libre de segundas intenciones, incluida la autoestima. Siempre que nos entreguemos a los demás con un espíritu completamente abierto, sin egoísmos, nuestra actitud es una bendición. Un sencillo acto de amabilidad repercute en la red de relaciones que nos unen al mundo y puede reavivar sentimientos positivos que se expanden a los cuatro vientos.El principio oriental del Darma nos enseña que todas las palabras y acciones son semillas que germinan para dar fruto en el momento oportuno. La primera acción no es la semilla, sino el pensamiento que la genera. Así pues, si la idea -la semilla- es moralmente sana, desinteresada y auténtica, tenemos el camino apropiado para nuestra progresión espiritual.
"La amabilidad vuelve con una sonrisa al lugar desde que ha partido". Anónimo
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